Saint Seiya The Song Of Dark
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Bai Vs Anabeth [Narrada]

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Mensaje por Damián Miér Mayo 23, 2012 2:24 am

COMBATE BAI DE VIRGO VS ANABETH DE ÁGUILA


TURNO 1:

1.-Bai (Introducción)
2.-Anabeth (Introducción)


TURNO 2:

1.-Bai (Bélica)
2.-Anabeth (Bélica)

TURNO 3:

1.-Bai (Bélica)
2.-Anabeth (Bélica)

TURNO 4:

1.-Bai (Bélica)
2.-Anabeth (Bélica)

TURNO 5:

1.-Bai (Bélica)
2.-Anabeth (Bélica)

TURNO 6:

1.-Bai (Conclusión)
2.-Anabeth (Conclusión)


Recomendaciones: Recordad que después de cada ronda debo postear dejando claro la nota de cada uno, por ello os pido paciencia dado que hay mas asuntos en el foro. Intentaré ser lo mas rápido posible. Además aconsejo leer bien antes de postear.

TRAMA:

La noche caía ya sobre el santuario y las nubes taponaban el negro firmamento anunciando una tormenta inminente. El frío en el ambiente era contrastado por el calor de dos cosmos en el coliseo situado en el santuario. Allí dos guerreros estaban a punto de comenzar una batalla. Mientras Bai, caballero de Virgo, esperaba en el centro de la arena vacía. Su rival, águila llegaba al fin a la puerta de acceso al coliseo. El motivo de la disputa, un supuesto entrenamiento, pero ¿habría algún otro motivo para que un santo de oro luchase contra una amazona de plata?.

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Mensaje por Bai Miér Mayo 23, 2012 7:25 pm

Narración / Diálogos

-------

Era de noche. Las enormes nubes de lluvia que se arremolinaban en la bóveda celeste auguraban una velada tormentosa y por demás, fría. En tierra las personas se apeaban para entrar a buscar refugio y evitar ser víctimas del implacable temporal que se avecinaba, después de todo las actividades en el exterior se habían concluido un rato atrás en cuanto a Villa Rodorio se refería. El Santuario era un cuento totalmente diferente: incluso en medio de los azares de la naturaleza y los contratiempos marcados por el reloj del destino, los duros entrenamientos continuaban su curso y las vigilias para detectar posibles amenazas al territorio de la diosa de la sabiduría eran interminables; candidatos, Santos de Bronce y Santos de Plata, todos apostados como el primer anillo de defensa y que tras ser atravesado conducía al camino de las Doce Casas, custodiadas por los Caballeros de Oro, la élite de Athena.

Sin embargo, no todos los guerreros dorados estaban franqueando sus Templos asignados. En medio del coliseo de entrenamiento y sentado con las piernas entrecruzadas por sobre una columna clásica griega, el Santo guardián de la Sexta Casa Zodiacal parecía sumido en un trance: con los ojos cerrados y las manos entrelazadas sobre su regazo, el pelo negro en punta apenas se le movía con la fría brisa nocturna que soplaba ligeramente delante de su cara. Vistiendo el ropaje sagrado de Virgo sobre un atuendo de color rojo oscuro, su aura permanecía imperturbable y lo único fuera de lugar se mostraba en la forma de un par de gafas de pasta dura que sin embargo, tenían una función concreta sobre su psique.

Fue en ese momento que la lluvia se disparó, no como balas sino en una forma más fina: perfectas agujas incoloras atravesaron la brecha existente entre el cielo y la superficie, chocando contra el suelo, edificios y en ocasiones puntuales, personas que al descubierto se apresuraron a ocultarse bajo un techo seguro.

-…- Sin embargo Virgo se mantuvo impasible por sobre la columna, respirando por lo bajo y en un instante puntual, resoplar con calma: la lluvia ni siquiera llegaba a tocarlo, al contrario, ésta era repelida por una finísima capa de cosmos amarillento que destellaba según el ángulo de apreciación; mientras que el exterior de la perfecta esfera era asediado por el frío y el líquido venido de las nubes, el interior se antojaba cálido y armonioso...

-Una parábola, hu. Curioso.- Dijo el dorado con voz baja, abriendo los ojos y observando más adelante las gradas del terreno de entrenamiento, sitio por el cual su “oponente” habría de caminar apenas accediera al coliseo.

Y vaya que era curiosa la forma en que esa cita se había dado.

Horas antes, observando los entrenamientos de los aspirantes a armaduras desde el punto más alto de la estructura de piedra, Virgo se mantenía a la espera. Según sus primeras apreciaciones, los candidatos apenas eran capaces de mantenerse en pie enfrentados unos contra otros, eso sin estimar lo gastados que quedaban cuando uno de sus mentores entraba a la refriega y rememorando sus propias experiencias, deducía que incluso él en sus peores momentos lograba más. Era decepcionante por decir lo mínimo…hasta el momento que una presencia como ninguna otra apareció, avanzando con paso seguro y silencioso en lo que intuía, era una rutina más.

Sus movimientos eran precisos, su técnica impecable y su cosmos tan puro como el de un mártir. Sin siquiera preguntar o indagar más en la existencia de esa mujer, supo que era una Amazona del Santuario y que bajo el mismo concepto, seguro su vida le pertenecía a la causa de Athena.

Sin embargo, eso no le interesaba. Su atención se había disparado cuando un detalle, una mancha se mostró ante su ojo interior. Entre construcciones llamados “humanos” ella era excepcional y precisamente por eso el contraste que se formaba cuando se denotaba ese punto se hacía más llamativo; la duda lo hacía querer saber más…

Curiosidad, la capacidad humana que magnificaba el sentimiento de supervivencia ¿hacía cuanto que no la sentía? Mucho tiempo. El desinterés, el entrenamiento y las preocupaciones personales lo habían consumido a un punto donde al deshacerse de la mayoría de ellas su percepción se distorsionaba un tanto.

Y ya que sentía curiosidad, la forma de aplacar la sensación era por supuesto resolver la duda.

-Una Amazona ¿verdad?- Inquirió un rato después cuando la fémina pasaba cerca de la columna donde se mantenía sentado, usando una voz clara y algo distante. -¿Sería mucho pedir una medición de sus habilidades?- Sin mover su cabeza y centrando su atención en la rubia recibió como respuesta un ligero cabeceo, al parecer su invitación era aceptada. -Al anochecer, en éste mismo sitio.- Dijo finalmente, observando el cielo que para ese entonces era de un precioso azul tan profundo como el mismo océano.

La espera por otro lado se hizo corta. En un abrir y cerrar de ojos el crepúsculo se apoderó del cielo, con la noche siguiendo una vez el sol fue consumido por el extremo oeste del mundo y las nubes espesándose minuto a minuto.

-Finalmente aquí estamos.- Murmuró Virgo con decisión. Afilando la mirada y posando sus pupilas sobre la imagen de la rubia que se acercaba al centro del coliseo donde se encontraba la columna sobre la que se posaba, el pelinegro expandió su cosmos por toda la arena. La contienda estaba por dar inicio. -Aclaremos unas cuantas dudas, ¿sí?-
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Mensaje por Anabeth Vie Mayo 25, 2012 1:27 am

Narro - Hablo // Dialogo Bai

Sus pisadas se hundían sobre el fango marcando la profundidad de su peso, cada gota de lluvia se deslizaba ya sea por su armadura, ropaje y piel empapándola, la hora de su encuentro se había fijado y no deseaba hacer esperar al santo dorado.

En un mero murmullo el viento esparcía la melodía del agua en descenso por todos los rincones que correspondía al territorio del santuario. Quedando en el centro alzo su vista hacia el confín del espacio que se presentaba sobre ambos combatientes, las nubes ocultaban con celosía aquel cúmulo de variadas estrellas, las cuales conformaban las diversas constelaciones que protegían a cada caballero y amazona de Athena.

Ciertamente avecinaban tiempos difíciles, aquel encuentro con el santo de Virgo la consideró como una señal más para fortalecer no sólo su ideal de convicción, sino también una manera de poder crecer como una verdadera guerrera. La resistencia por parte del Patriarca la llevó a escudarse a poder compartir sus enseñanzas con los demás miembros del ejército ateniense; sin embargo, como cualquier caballero designado ha convertirse en maestro debería representar un enorme honor, pero Anabeth solo era un intento desesperado por alejarla de una cruel guerra disputada solamente por dioses.

Jamás olvidaría esa voz, aquella que gentilmente le llamaba para transmitir un mensaje de esperanza. Lamentablemente para la mayoría solo significaban vagas ilusiones de un pasado lejano, donde pocos verdaderamente experimentaron la dicha de una paz imperturbable y que la esperanza solo moría a manos de pobres idealistas que luchaban por una causa perdida. Consciente de esta latente advertencia del destino demostraría que los milagros si existen, que varias veces se necesita la misma fe de las personas para poder avanzar y mirar hacia un mejor futuro. No por ello Anabeth estaba libre de miedos, simplemente los aceptaba como parte de su humanidad y los enfrentaba, tal como le enseñó su maestro… tal como enseñó su antecesora Joan D’arc a Francia… y tal como les enseñó Athena al resto del mundo.

Tras el sumergimiento de sus pensamientos era hora de volver a la realidad, muy a parte que esto significaba una clara oportunidad para la amazona, no descartaba la idea sobre las verdaderas intenciones que debía poseer aquel hombre -que con escasas palabras la citaba justamente en el Coliseo-. Soltando un pequeño soplo de aire su faz se direccionaba lentamente a la columna que centelleaba intermitente de una luz dorada, en respuesta a ello simplemente su cuerpo se vio rodeado por la misma energía que creció anunciando en lo posible y de forma cortés su llegada…


-Finalmente aquí estamos.-

Inquirió el pelinegro observando terminante a la joven de cabellos dorados, sin mostrar otro rasgo más que el de cederle toda la atención, la amazona abría su brazo sacudiendo esa enorme capa púrpura donde a los lados tenía plasmado dos cruces blancas a la altura de ambos brazos. La fina lluvia inmediatamente tomaba otro curso debido al desplazamiento que rompía el trayecto a la caída, descubriendo a su vez un arma que se ceñía a su cintura, la espada de la persona que más admiraba y que era un mismo ejemplo a seguir.

-Aclaremos unas cuantas dudas, ¿sí?-

Manteniéndose serena sus orbes permanecieron cerrados, afirmando solo una vez más con la cabeza dispuesta a escucharle. No obstante resultaría complicado el responder cualquier pregunta proferida de esos ajenos labios, ya que el silencio sería simplemente el eco de sus pensamientos, limitándose a usar ocasionalmente pequeñas señales para comunicarse solo lo necesario.

Claramente su situación no había cambiado desde su llegada a Grecia, no era de extrañarse que pocos conocieran los motivos por el que no hablaba, considerándola muda o simplemente agria para socializar con alguien más que no fuera el acero de su espada y combates de cuerpo a cuerpo realizados por mera responsabilidad. Levantando ahora su diestra tocaba por encima de su corazón aumentando el vigor de su cosmos, bañándola de un impresionante color plateado que se expandía más y más…

Dentro de su cabeza se iniciaba una revolución de plegarias, en la cual sus manos se entrelazaban frente a Virgo sin causa aparente. El proceder extraño por parte de esa mujer simplemente delineaba su plena fe hacia un dios que ya no se encontraba entre los mortales o la aparente locura de alguien que perdía la razón, más el verdadero motivo de sus acciones era el averiguar a través de esas personificaciones divinas que le guiaron a su salida de la Villa de Domrémy, si podía prestar su voz solo por esa ocasión ante la venida de un combate.

Y el vacío en su interior seguía manifestándose, por mucho que intentara solicitar el favor de interceder a su promesa no obtuvo respuesta. Teniendo en cuenta que ese hombre no era el indicado de escuchar su palabra la guerrera se abstuvo de cualquier indicio de volver por su camino fuera del santuario. A pesar de que se juró a sí misma prestar su voz para casos de extrema importancia… como los mensajes de que Athena no les abandonaba u cualquier otro evento de relevancia. Como acto de disculpa ante el pelinegro desenfundó su espada haciendo de este material un ligero giro sobre su diestra para clavarla a un lado suyo.

Alejándose del arma prosiguió con su andar hasta estar del lado opuesto del campo de entrenamiento, saltando una pequeña pendiente de rocas una tras otra hasta estar sobre otro pilar. Simplemente su incomodidad el permanecer debajo la caracterizaba simplemente como alguien que le gustaba también mantener el dominio de la situación.

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Mensaje por Damián Dom Mayo 27, 2012 11:51 am

Bueno chicos, las correcciones serán breves y claras. No he tenido mucho que corregir xD

BAI

En general tu post esta bien. Tal vez he echado en falta algo mas de pensamiento por parte de alguien tan... místico como virgo. Quizás un poco mas de rol respecto al escenario de la batalla, pero por lo demás bastante bien.

NOTA: 9

ANABETH

Vi un fallo ortográfico por ahí pero poco mas. Tal vez recalcar la falta de pensamiento, para compensar la ausencia de dialogo por parte de tu pj. Y al igual que con Bai decir mas cosas sobre el lugar.

NOTA: 9
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Mensaje por Bai Dom Mayo 27, 2012 2:31 pm

Narración / Diálogos Bai / Voz 1 / Voz 2 / Voz 3 (¿?)

-------

Dejando que sus ojos siguieran los claros movimientos de la Amazona Plateada, Virgo levantó ligeramente una de sus cejas al notar la dirección en que se desplazaba. Por lo visto su honor o algún otro sentimiento indeterminado la hacían ponerse al mismo nivel que aquel a quien se enfrentaba, sin considerar las implicaciones secundarias del punto elegido como tal y siendo así, el Dorado no desaprovecharía la delantera conferida de tan buena gana: separando sus manos para chocar las yemas de los dedos de la diestra con los de la izquierda, su proyección de cosmos por sobre el coliseo se desvaneció y el reflejo de la esfera de cosmos que lo protegía de la lluvia se hizo imperceptible. No existían más rayos de luz amarillenta y lo único destacable era entonces la oscuridad de la noche y el suave susurro de la lluvia.

-…-

Sin más comentarios que una mirada severa Virgo apuntó con su derecha a la fémina uniendo su dedo corazón y el pulgar, chasqueándolos para con su cosmos hacer vibrar la espada que clavada en el suelo levitó y girando salía disparada al encuentro de la rubia.

-Por favor, es un insulto si no utiliza todos los recursos a su disposición, tenga eso en cuenta.- Comentó el pelinegro sin cambiar su expresión o el tono de voz neutral que aparentemente lo caracterizaban tan bien. -Además le sugiero no volver a perderme de vista o darme la espalda.- Advirtió con peligrosidad mientras unía sus manos en posición de rezo, levantando el mentón y dejando que sus pupilas negras se afilaran a través de los cristales que aún se mantenían posicionados frente a su rostro, anunciando la inminencia de una ofensiva terrible.

-Retomando lo que nos concierne, creo que debería hacer la pregunta que originalmente nos trajo a este punto.- Dijo con suavidad dejando que su energía pulsara con ligereza, usando la columna donde se posaba como catalizador para llegar a todos los rincones de la arena mojada que para esos instantes estaba cubierta con una niebla opaca, fría e inclemente… de hecho, su efecto era tal que ni siquiera las gradas eran visibles. Lo único remanente eran las agujas de agua provenientes de la bóveda celestial así como la infinidad negra a trescientos sesenta grados en un eje tridimensional junto al vapor que subía poco a poco, cubriendo ambas columnas donde se posaban los dos guerreros del Santuario.

-El inconveniente principal que encuentro es que su reticencia a pronunciar palabra hará difícil llegar a un buen acuerdo mutuo…o entendimiento, en todo caso. No me culpe si me tomo el tiempo con usted.- Declaró finalmente, cerrando los ojos con una lentitud pasmosa.

Allí la niebla lo cubrió todo por completo en menos de lo que tomaba parpadear: un color blanco lechoso con retazos de negro infinito se manifestaba alrededor de la chica girando con pereza; los sonidos, tanto de la lluvia cayendo como el de las gotas golpeando el suelo se apagaron al acto. Los olores del lodo mojado, el sabor del vapor neblinoso…todos colapsados en la nada. La única existencia parecía ser Anabeth en medio de ese mundo extraño y alienígeno que por su parte, mutaba de una forma incomprensible y particular.

-Así que…Anabeth.- Murmuró la voz de Virgo llegando desde todas partes y a la vez, de ninguno. Sonaba tanto lejos como cerca, tranquila como rabiosa…

-Mala imitación.- Dijo otra reflexión sónica, sonando más cruel que la anterior.

-Decepcionante…decepcionante, sin duda.- Expresó un susurro llegado desde lo que parecía ser el suelo, levantando geiseres de vapor en todas direcciones: hilachos de blanco atravesaban un extremo al otro , solo distinguidos por los manchones negros que se difuminaban y cambiaban de un momento a otro su espesura, diámetro y alcance supuestos.

-Anabeth.-

Y esa era la última. Tras la sílaba final la niebla y todos los eventos sucedidos uno tras el otro se dispersaron con la violencia propia de una tormenta rabiosa, dejando al descubierto lo que se llevaba preparando desde hacía unos… ¿minutos? ¿horas? ¿siglos? No se sabía, y ese era precisamente el objetivo de tanta parafernalia. Sin embargo, esa parte del truco sería el punto álgido: una superficie lisa, impoluta y reflejante que parecía ocultar un mundo tan negro como la obsidiana se extendía de extremo a extremo cual espejo convexo llamando a las almas del mundo para atraparlas, obligándolas a sufrir un castigo incomparable por toda la eternidad…

-…Anabeth…- Repitió la última voz con pesar y sufrimiento, viniendo desde una fuente perfectamente visible: allí, en algún punto del cristal una figura femenina desprovista de ropa se materializaba golpeando con su diminuto puño la fábrica que la separaba del resto de ese mundo tan perfecto como caótico. Con su tez pálida y unos ojos suplicantes la otra rubia volvía a hablar. -¿Eres tú…mi sucesora?- Preguntó llevando su mano al pecho, donde las venas de su organismo parecían resaltar…como si la pulsación de la sangre fuera a mil por hora, más de lo que un humano podía soportar en vida. -No…no eres digna. ¡No eres digna!- Con eso el cristal se rasgó con un sonido sobrenatural. Partido en dos la abertura se ramificaba, dividiéndolo en cuatro, seis, ocho, dieciséis y finalmente, un número tan alto de fragmentos que se abalanzaron sobre la Amazona que realmente era superfluo querer contabilizarlos; lo realmente importante era ver como la mujer reflejada se abalanzaba sobre la “real” y su piel estallaba, liberando un flujo sangriento sobre la guerrera plateada. -No eres digna, ¡NO LO ERES!- Sin real aviso o razón lógica para ello la sangre se encendió como una brasa: leguas de fuego se expandieron y la realidad tan solo se volvía sofocante, extenuante y desfragmentada. Sin más un estallido le siguió, haciéndolo desaparecer todo hacia el olvido…



-…- Reacomodando sus anteojos, Virgo esperó. Sentado sobre la columna con el brazo derecho levantado no había pasado más que un segundo desde el instante en que su técnica hubo sido liberada de la punta de sus dedos como un destello blanco que se movió a la velocidad misma de la luz. Si la chica había visto una pesadilla o un placentero camino de rosas en su mente, no tenía ni la más mínima idea. Ni siquiera podía confirmar que hubiera encajado el golpe. Lo que sí era definitivo sin embargo, era que el "interrogatorio" había comenzado.

En medio del rumor de la lluvia el coliseo se mantuvo en completo silencio. De seguro que obtendría una respuesta, más pronto que tarde.

-------

Técnica utilizada:

Camino de Ilusiones; Psíquico


Una de las técnicas más reconocidas del Santo de Virgo que se basa en la creación de ilusiones capaces de ahuyentar o hacer correr en círculos a todo aquel que sea considerado como un enemigo del Santuario. Uniendo las puntas de sus dedos y dejando que sus palmas apunten contrario al suelo el Caballero magnifica su cosmos y hace que éste proyecte un aura pesada en el ambiente, aparentemente modificando la realidad para así crear una ilusión perfecta de cualquier paisaje que Virgo desee mostrar (tanto el infierno como el cielo e incluso, una pesadilla) que a la orden del Caballero se vuelve un infierno en vida que solo existe en la mente del afectado y que de ser efectiva como ataque, hará que los “resultados” se reflejen en su cuerpo como si en realidad hubiera sucedido (si el enemigo observa el infierno y siente que se quema, el cuerpo lo resentirá, así como una caída desde el cielo o el estrangulamiento causado por cuerpos muertos).
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Mensaje por Anabeth Vie Jun 01, 2012 12:04 am

Narro - Pienso // Dialogo Bai - Voz 1 - Voz 2 - Voz 3 (¿?)

El aire se respiraba fresco, le resonancia de lejanos relámpagos hacían vibrar inexplicablemente su corazón. Soltando un leve suspiro cerró sus ojos dejándose llevar por el sonido de la lluvia…-Por favor, es un insulto si no utiliza todos los recursos a su disposición, tenga eso en cuenta.- Frunciendo su ceño le extrañaba el proceder de ese caballero que le devolvía el arma con su poder… ¿cómo era posible que supiera el movimiento de ese hombre?, el sonido de la hoja del acero silbaba mezclándose en una bella sinfonía provocada por el viento.

Extendiendo su brazo le atrapó por la empuñadora antes de que la espada siguiera con su curso, dando media vuelta acarició el frío acero, cada gota de agua le hacía brillar esplendorosamente mientras la depositaba grácilmente en su funda.
-Además le sugiero no volver a perderme de vista o darme la espalda.- La advertencia parecía ir más en serio, colocando su brazo derecho en una flexión a la altura de su abdomen se reclinaba hacia delante mostrándole sinceramente disculpas, no deseaba ofender a un caballero de su categoría.

Levantándose miró de inmediato como el ambiente cambiaba drásticamente, una densa niebla que emergía desde el suelo se levantaba cubriendo el lodo y fango sobre el perímetro del Coliseo. Aun seguía escuchando las palabras de Virgo y fue cuando en una innata reacción se colocó en guardia…


-Mala imitación.- Su cuerpo parecía congelarse, una voz por lo demás lúgubre llamó su atención, el significado de esas súbitas palabras parecieron dejar su concentración de lado. Deslizando su mano creyó factible tomar su arma en definitiva. - Decepcionante…decepcionante, sin duda.- La niebla seguía emergiendo hasta que le era imposible verse así misma, dio de vueltas asegurándose de no caer de la columna cuando su talón rozó con el borde augurándole una inclemente caída, desmoronándose levemente dio un paso hacia delante. Agachándose sostuvo su cabeza, las voces no eran las mismas que ya de por si le llamaban, tampoco se percibía esa calidez en su interior… solo eran voces que iban y venían provocándole miedo y terror al mismo tiempo. Apretando sus orbes se arrodilló sacudiendo su rostro de un lado a otro mientras jadeaba.

… [Vacío y Oscuridad]

-Anabeth.-

- Ese es mi nombre..- No podía ver el menor resplandor, pero lo que le rodeaba ya no era la helada lluvia que hacia pesar su abrigo, es más… estaba desprovista de su armadura mientras lo que parecía portar era un gastado vestido blanco, sus fibras eran duras que raspaban su piel hiriéndola. No sentía ya el peso de su propio cuerpo, sus manos tanteaban con dificultad lo que creía era el suelo hasta chocar con lo que parecía ser una superficie suave y pulida.

-…Anabeth…- Y entonces oyó una voz delicada, que le respondía y quizá le había respondido ya varias veces antes sin que se hubiera dado cuenta. Se oía muy cerca y sin embargo no podría decir con certeza de dónde provenía. Su iris se agrandaba esforzándose a descubrir la identidad que le estaba llamando….

Del otro lado miles de sombras aterciopeladas danzaban unas con otras descubriendo colores blanquecinos, un punto en especial dejaba formar la silueta de una mujer rubia.. flotando en ese espacio se acercaba hasta estar frente a la guerrera. El puño donde se presentaba la imagen ya desgastada de la fémina golpeaba con pesar el material cristalino, como si con ello captara la atención de Anabeth desesperadamente..
-¿Eres tú…mi sucesora?-. Su aspecto era terrible pero no más que con ese temor pudo reconocer a fin de cuentas, ya que la persona que se contraponía al otro lado no era nada más que.. – ¿soy yo..?-

Tras su pensamiento se negaba a reconocer que la persona al otro lado del espejo pudiera tratarse de ella misma, fijando su vista hacia el pecho ajeno tocaba ya inconscientemente el suyo propio imitando el movimiento, asegurándose que ella misma estuviera bien y no como ese reflejo indicaba. La expresión de esa mujer se alteraba, deformando sus músculos faciales en una de completa locura e ira. -No…no eres digna. ¡No eres digna!-

Tras esa negación el cristal explotaba tratando de dañar superficialmente la piel de la amazona, los cristales parecían detenerse flotando como si el mismo tiempo les detuviera.. dejando que se encargara finalmente aquel de aspecto ya cadavérico que intentaba luchar contra Anabeth. En medio del caos interpuso sus manos luchando, evitando que siguiera acercándose pero el temblor de cada extremidad le impedía liberarse. No tuvo tiempo para evitar como esa misma mujer explotaba mientras la sangre la bañaba completamente…-No eres digna, ¡NO LO ERES!-

Un sueño, una pesadilla. No importaba la naturaleza de este, no podía ser real, ni la noción de lo que se trataba del mundo que conocía existía en ese extraño plano al que fue enviada. La consciencia sobre si misma se desvanecía, así como el control de su propio cuerpo que se dejaba tragar por la espesura de ese espacio vacío. La ausencia de los colores se veían opacados cuando de la sangre con la que estaba cubierta reaccionaban como detonante para quemarla…

Sumida en ese desmayo y en la posibilidad de no ver nada tras el fuego escuchaba en la lejanía voces de muerte, aquellas que incitaban para que terminara su vida inmediatamente por sus pecados.


¡Bruja!...

¡Mentirosa!.. ¡Farsante!... –era más de lo que podía soportar, cabeceando suavemente levanto su rostro encontrándose en un escenario diferente, atada a lo que parecía ser un poste de madera. De los presentes no llegaba a reconocer a ninguno, sus ropajes anunciaban ser de otra época distinta al que ella provenía… la furia con la que gritaban y satisfacían sus deseos al buscar su muerte aumentaba repicando con el sonido del fuego que alcanzaba la leña acomodada bajo sus pies, ni el viento helado calmaba la sensación de sofocarse…

¿Realmente ese era el destino que le esperaba?, el terminar ser odiada por aquellos que quería proteger, los sentimientos negativos parecían alimentar el fuego que embestía su figura sin clemencia para reducirlo a cenizas.


-Aunque me odiaran… aunque supiera que mi destino acabaría de esta forma..- –Las llamas se arremolinaban carbonizándola, en la lejanía y sobre su cabeza escuchaba con claridad como el cielo de la tarde se abría dejando que la luz difuminara la silueta de una paloma, que descendía con gentileza a la vista de la rubia que esperaba su final. – seguirías peleando..- –las lágrimas en sus ojos brotaron articulando ahogadamente la última frase. Después de todo el mayor miedo de Anabeth no era el de morir, no por ello significaba que despreciaba su vida, la valoraba a cada minuto por el propósito de seguir luchando contra aquellos que quisieran hundir al mundo bajo ambiciones, destrucciones, orgullo… aquello que incluso los mismos hombres provocaban por la ignorancia. El verdadero temor de la amazona era morir sin poder seguir ver el futuro que tanto anhelaba otorgar para todos.

De su pecho un pequeño brote de luz emergía, bañándola levemente haciendo que las llamas retrocediesen mientras que las cuerdas desaparecían. Caminando entre la multitud traspasaba las sombras que se evaporaban cual humo al lugar que pertenecían, el escenario nevado donde el templete de la hoguera se alzaba se mantenía a sus espaldas. Con su andar recuperaba cada pieza de su armadura, el brillo en sus ojos fosforecían de un penetrante color púrpura localizando la verdadera posición de Virgo. Desenfundando su espada aun se veía que su cuerpo temblaba por la sensación que experimento al quemarse, le costaba moverse debido al roce de su ropa y la misma armadura escapándose algunos manchones de sangre.


– Gracias..- –sus ojos dejaron aquel brillo mientras corría hacia la posición de ese caballero. Cada parte parecía derramar un fino rastro de gotas aumentando a creces su cosmos, el filo del arma parecía envolverse no solo del aire que atrapaba a su alrededor sino que también se permitía abrir el cielo congelando cada partícula de agua que descendía sobre ellos en pequeños granizos que se alteraba estrellándose como meteoros en cualquier dirección. Las nubes negras se afirmaban en torres que rodeaban el coliseo, la cantidad era descomunal que las mismas columnas se quebrantaban por la fuerza que las arrancaba del suelo..

¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!

Cortando frente a sí liberaba la furia de la naturaleza partiendo el sitio en donde se hallaba de la arena, la tierra se desgajaba llevando a su destrucción al Coliseo, la incontable cadena de tornados les encerraba bajando la temperatura, probando la resistencia del pelinegro ante las nuevas condiciones climáticas..

_ _ _ _ _ _
TECNICA UTILIZADA: Viento – Divine Tornado ディヴァイントルネード
La portación de su espada consta de estar bañada de en energía positiva, por lo que desencadenando un número considerable de tornados a través de esta es capaz de cambiar la temperatura en una intensa ventisca que agotaría físicamente al oponente al desatarse esta fuerza de la naturaleza, así como también el entumecimiento del cuerpo por la baja temperatura que le envuelve logrará llevar a un estado no solo de asfixia sino también de inmovilidad por un turno.
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